domingo, 31 de julio de 2016

Resolver el problema


Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: !!Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué temen, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen? (Mateo 8:23-27)

Las tormentas que se presentan en nuestra vida, el Señor las permite para mostrar su poder, pero también para aumentar nuestra fe y llevarnos a la acción (espiritual).

El trabajo diario de la tierra y el cielo, la Unión de ellos, está fundamentado en el poder de Dios y la confianza con que los hombres caminemos en esta tierra. No podemos olvidar que somos ciudadanos del Reino, que no pertenecemos a esta tierra y que todos los recursos, herramientas y el poder (efesios 3:20), están con nosotros para cumplir el plan.

Jesús llevaba los discípulos con él, les enseñaba sus milagros y su poder a través de lo que hacía, porque venía a recuperar lo que se había perdido del jardín del Edén, donde Dios le entregó al hombre todo, no sólo plantaciones y animales, si no también el poder, el Gobierno. No somos pequeños dioses, es que tenemos que entender que Dios actúa y gobierna a través de nosotros. Por eso Jesús dijo «si creen en mi, estas cosas que yo hago y aún mayores las harán ustedes».

La religión nos ha enseñado a vernos como cucarachas en esta tierra, sub-valorando el tesoro que hay dentro de estas vasijas de barro, olvidando el poder del Padre y nos robó el hecho de que estamos hechos a su imagen y semejanza, no por lo que vemos en el espejo de nosotros, si no por lo que vive en nosotros. El Espíritu que mueve nuestro ser es divino y poderoso. En Santiago el Señor dice que el Cela el espíritu que puso en nosotros. ¿Porque lo Cela? Porque es esencia y naturaleza suya.

Y esta porción bíblica de hoy, no nos muestra un Jesús descuidado y ajeno a la tempestad que se queda dormido, es que a propósito se duerme, porque El esperaba que con lo que habían aprendido de El, pudieran dominar la tormenta. Que no necesitaran al Hijo del Hombre para ser salvos, si no al Hijo de Dios. (Uno representa lo físico y el otro lo espiritual). Pedro es una muestra de ello, cuando Jesús lo manda a caminar sobre las aguas como El lo estaba haciendo.

Las tormentas en tu vida, son el ejercicio práctico de lo que has recibido del Señor, de su enseñanza y de su poder. No es para atemorizarnos ni desesperarnos. Si has estado en «la clase», sabrás resolver el problema porque Dios está presente en ti.

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