lunes, 4 de julio de 2016

Declara Bendición

Declarar bendición no es otra cosa que declarar de antemano el final de algo o de alguien. Y tú tienes que declarar que tu final va por encima de tus circunstancias.  
La viuda tenía un poco de aceite y harina, y había declarado su final, diciendo que haría una torta, y su hijo y ella comerían, y morirían.  Entonces, el profeta le pidió que le hiciera una torta de esa misma harina y de ese aceite, y declaró que no sería para muerte, sino que la harina y el aceite no escasearían.  Eran los mismos recursos, pero un hombre se atrevió a declarar un final diferente, a pesar de los recursos que tenían en sus manos.  
El problema de mucha gente es que tratan de pensarse positivos, en victoria; pero no se trata de pensar, sino que hay que declararlo, hay que hablarlo.  Cuando Jesús llegó a la tumba de Lázaro, no hizo una oración kilométrica, como pretenderían los religiosos, sino que se paró en frente, y dijo: Gracias padre porque tú siempre me escuchas.  Cuatro días antes, le habían dicho a Cristo que Lázaro estaba enfermo de muerte; pero Jesús envió la palabra, declarando: Esa enfermedad no es para muerte, sino para que el Hijo del Hombre sea glorificado.  Lázaro ya había muerto, pero Jesús dijo que no permanecería así; ya hedía, pero Jesús había dicho que aquel no sería su final.  
No es que las cosas no se vayan a poner peor, que no vaya a haber hedor en tu vida, sino que, antes de esto, declares que te vas a levantar.  Habla palabras de bendición sobre tu vida.  Tú no vas a terminar como el mundo ha dicho.  La bancarrota, el problema familiar no van a acabar contigo.  Atrévete a bendecir, a declarar el final de antemano; declara que de tu vida termina en victoria, y tendrás un final diferente, un final de bendición.  Aunque tu situación hieda ya, ese no tiene que ser tu final.  Si hoy te atreves a declarar bendición sobre tu vida, de esta te vas a levantar.  Job no había visto a Cristo, pero declaró: Yo sé que mi Redentor vive, y de ésta Él me va a levantar.  Eso es declarar bendición.  
Jesús toma los panes y los peces, y declara que todos comerían; eso es bendecir.  El problema es que hemos convertido el acto de bendecir en algo religioso, y no en algo de autoridad espiritual.  Pero, a través de toda la palabra, vemos la importancia, no tan solo de bendecir las cosas, sino de entender el poder de esa bendición sobre tu vida.  
Jesús no comenzó su ministerio, sino hasta que su Padre lo bendijo.  Jesús, incluso, se sometió a un hombre en la tierra, cuando dijo que era necesario que Juan El Bautista le bautizara.  Hay quienes dicen querer ser como Jesús, pero actúan totalmente diferente a él.  Jesús iba a la iglesia, participaba en la iglesia, y le dijo a Juan El Bautista que, si no le bautizaba, no podía hacer nada.  Jesús tuvo un padre natural, José, quién le enseñó carpintería; pero Jesús necesitaba ser bautizado por Juan El Bautista para que se cumpliera la palabra; y necesitaba la bendición de su Padre celestial.  Cualquiera puede enseñarte cosas naturales, pero hacen falta autoridades espirituales, y hace falta una dirección divina para que se desate tu máximo potencial.  Si Jesús no iba donde Juan El Bautista, hubiera sido solo un carpintero.  Probablemente hubiera tenido éxito, pero no hubiera cumplido con todo el propósito de Dios para su vida.  Jesús necesitaba de alguien que liberara su potencial, declarando su final desde el principio.  Juan El Bautista declaró que aquel era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.  Jesús era carpintero, pero aquel no sería su final, sino que él sería el Salvador de todos nosotros.  
Luego que Juan El Bautista lo bendice, Jesús no fue inmediatamente a comenzar su ministerio; los cielos se abren y, por primera vez, Jesús oye la voz de su verdadero Padre, quien dice: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.  Ahora Jesús era libre para hacer lo que tenía que hacer, porque alguien había declarado su final desde el principio.  
Uno de los problemas que tenemos hoy día es que no conocemos el poder de esa bendición, el poder de bendecir las cosas y la gente.  Tienes que aprender a recibir las bendiciones espirituales de líderes que están sobre ti, y aprender a bendecirte a ti mismo, como hizo Jabes, por ejemplo.  Su madre le había puesto por un hombre hijo de mi amargura, pero Jabes comienza su oración, diciendo: Oh, si tú me bendices; en otras palabras: Si tú me das un final diferente.  Y dice la Biblia que Dios le otorgó todo lo que pidió.  
Pídele a Dios un final diferente, y tú final va a ser transformado por el poder de Dios.  Hay poder en la bendición, hay poder en bendecir.  Quizás, hoy, tus hijos están caminando por lugares que nunca debieron caminar, y es por eso que tú tienes que amarrarlos, en el mundo espiritual, a una palabra de bendición, declarar en los cielos que son bendecidos, que su final será diferente y no igual al resto del mundo.  Dios se va a encontrar con ellos, en el camino, y les va a decir: Vengo a cumplirle la palabra a tus padres; y ellos tendrán un final diferente.  

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