sábado, 9 de julio de 2016

El camino del cristiano es un aprendizaje continuo, pero también es una práctica continua


"Así, todo el que escucha mis palabras y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande” (Mateo 7, 24-27).





Aprendemos de la Palabra para que cuando lleguen los vientos fuertes podamos permanecer sobre la Roca. La palabra es nuestro cimiento sobre el cual nos afianzamos en momentos de tormenta. Cuando no lo hacemos, cuando vienen las dificultades y retrocedemos, cuando los problemas nos sacan del camino de la verdad y empezamos a hacer nuestras propias soluciones. Cuando los tiempos difíciles empoderan nuestros criterios, la carne, decisiones desde nuestra perspectiva o de los demás, esto es como si la casa estuviera construida sobre la arena, fácilmente es arrastrada, se derriba todo lo que fue construido. No hay firmeza por lo tanto, cualquier cosa lo puede llevar a andar como papel en medio del viento, o como corcho en las olas del mar.

Todo lo que aprendemos de Dios y su Palabra es para que podamos resistir el día malo. Para que haya firmeza en nuestro corazón y podamos practicar lo que dice la Palabra. Un buen maestro después de enseñar un tema, prueba a sus alumnos para saber que tanto aprendieron de lo enseñado. Dios permite las tormentas en nuestro camino, para probar que tanto de la palabra hemos aprendido para ponerla en práctica. Que tanto de ella atesoramos en nuestro corazón.

La Biblia no es un libro que se lee como cualquier otro, es nuestro manual de vida.

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