viernes, 24 de junio de 2016

Intimidad con Él


"Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos, perplejos, pero no desesperados, perseguidos, pero no abandonados, derribados pero no destruidos" (2 Corintios 4:7-9).





No podemos desconocer quienes somos, no por lo que vemos en el espejo si no por lo que Dios ha depositado en nuestro interior. Desde que la humanidad fue creada Dios sopló de su Espíritu en nuestro ser. El enemigo entró a ese ambiente creado por Dios y se encargó que las tinieblas obscurecieran la verdad de nosotros, creados por Dios. Pablo dice que nuestro cuerpo es una habitación, lo que implica que nosotros no somos lo que miramos a través del espejo o lo que otros miran en mi. Nosotros somos lo que vive dentro de este cuerpo y es un tesoro que representa la presencia de Dios mismo en nuestro interior. Pablo era consciente de ello y en esta porción nos enseña porque es que aunque haya tribulación, abatimiento, perplejidad, desesperación, persecución, derrumbamiento o destrucción, aún así hay victoria y es porque lo de afuera no me define, es lo de adentro, es la presencia de Dios en mi lo que define quienes somos y para donde vamos. Las circunstancias no tienen nada que ver con lo que el Señor ha decidido que suceda con nosotros. El poder está en la presencia misma de Dios y El no está lejos, está dentro de nosotros.

Por eso el Señor decía que cerráramos la puerta y tuviéramos intimidad con él en lo secreto. Lo que Dios quiere es que cerremos la puerta a las cosas de afuera para que nos encontremos con él en nuestro interior. Que tengamos un acercamiento íntimo con él y entonces nos recompensará en público.

Jesús mantenía su paz y equilibrio porque andaba en el espíritu, es decir, consciente de su naturaleza que no era la de afuera si no la de adentro.

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