martes, 23 de agosto de 2016

Cristo vive en mí

«Te basta con mi gracia pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mi el poder de Cristo» 2 Corintios 12: 9.

La perfección del poder de Dios, es efectiva cuando somos débiles. Cuando bajamos los brazos y renunciamos a nuestra fuerza. Cuando dejamos nuestra propia prudencia y sabiduría a un lado y dejamos que sea Dios en nuestra circunstancia. El Señor Jesús nos enseñó claramente cuando sometió su cuerpo y derramó su sangre (entregó su naturaleza terrenal), que entonces fue resucitado el Espíritu de Dios en él.

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará» Marcos 8:34-35

«...Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará» Lucas 9:24

«....El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo» Lucas 14:25

Nadie lleva una cruz si no va por el camino de morir. Es necesario morir a nuestros pensamientos y maneras de vivir, de actuar. A la manera de hacer las cosas con nuestras fuerzas. Vivimos más en la carne que en el Espíritu. Pocas veces preguntamos: ¿Cómo lo haría Jesús? Porque ante cualquier circunstancia prima nuestros modos y estilos y lo peor usamos el nombre del Señor para justificar nuestras acciones.

Pablo decía «ya no vivo yo, más Cristo vive en mi». No es una gran poesía es una gran verdad que confesamos con nuestra boca, pero lejos está el corazón de que sea cierto.
La debilidad no es por enfermedad, es por negarse así mismo y dejar que el poder de Dios sea exaltado.

«No es con fuerza ni con poder, sino con mi Santo Espíritu» Zacarías 4:6

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