martes, 2 de agosto de 2016

AL QUE TENGA OÍDOS QUE OIGA

Un desierto es un bioma que tiene pocas precipitaciones. Tienen reputación de poseer poca vida en ellos, pero eso depende del tipo de desierto; en muchos existe vida abundante, la vegetación se adapta a la poca humedad (matorral xerófilo) y la fauna usualmente se esconde durante el día para preservar humedad.

Cuando el Señor creó el Jardín del Edén, no mencionó haber creado el desierto, ni espinos, ni cactus.

El habló de una tierra regada por un manantial. Habló de árboles frutales. Habló de hierba verde, de mares y de ríos. Habló de semillas que daban fruto. Pero también habló del hombre labrando la tierra y cuidándola.

El desierto es una tierra seca, inhóspita que no tiene nada que ofrecer. No tiene agua ni plantaciones buenas para el hombre. Es un territorio donde el calor consume los huesos y mata de sed. Un espacio de tierra polvorienta sin una gota de lluvia. ¿En que momento se formó este tipo de territorio?

El plan de Dios hablando espiritualmente no territorialmente, es que tuviéramos una tierra con todo lo necesario para vivir, gobernar y cumplir su plan. Cuando todo era bueno. Pero entró el enemigo, con argumentos y mentiras y cambió esa tierra regada por un manantial en una tierra seca. Después de que el hombre le cree a Satanás es cuando Dios pronuncia «La tierra te producirá cardos y espinas y comerás hierbas silvestres» Génesis 3:18

Cuando el Señor Jesús habla de la parábola del sembrador, trae alusión nuevamente a lo que Dios ha querido enseñar. Habla de la semilla que cae en diferentes terrenos. Escabrosos, espinosos, duros... y en terrenos donde da fruto al treinta, sesenta y ciento por uno.

La semilla es la Palabra de Dios que es la única que da fruto de Edén, pero los afanes y el enemigo viven robando esa semilla provocando una tierra estéril, seca.

¿Cuáles son los pensamientos de una persona afanada e instruida por el enemigo?

El desierto representa ese espacio de territorio mental en el que permitimos que nuestros pensamientos sean secos, sin fruto. Pensamientos de derrota, de pérdida, donde los únicos frutos que podemos recoger son punzantes y sin vida.

Lo primero que experimentó el Señor Jesús fue el desierto, el Espíritu de Dios lo llevó ahí, para que reconociera como era la mentalidad, de aquel leproso, del lisiado, de la mujer con flujo de sangre,...Que el tendría que sanar y que llevaban años con la misma situación, para recuperar lo que se había perdido.

El primer encuentro que tuvo Jesús con Satanás fue cuando salió del desierto queriendo cambiar su mentalidad. Su lucha no fue física con él, fue con Palabras. Satanás le decía y Jesús le respondía. Para tener un «diálogo» se necesita haber un emisor y un receptor. Y se necesita entender lo que se emite y lo que se recibe. Pero Jesús tenía clara cual era la verdad. El sabía que en el desierto priman los cardos y espinos, pero en la tierra dada por Dios es un jardín.

Hemos aprendido que el Señor nos lleva al desierto, porque en Deuteronomio 30:15 el Señor nos da a elegir entre la bendición y la maldición. Es como si dijera «ya que te empeñaste en comer del árbol del bien y del mal, ahora debes elegir. Antes sólo conocías el bien, pero permitiste que el enemigo entrara a tu mente ahora tienes dos caminos el de maldición y bendición»

Dios no quiere el desierto para nosotros, pero fue un terreno que no labramos y cuidamos y ahora debemos ocuparnos de él, donde hay que entrar para diferenciar la maldición y la bendición y convertirlo en un oasis.

Tu eres un labrador que tiene todas las herramientas para cuidar la tierra y hacer que produzca frutos diferentes. Si estás en el desierto es para que conviertas ese desierto en tierra de manantiales.

«Este mandamiento que hoy te ordeno obedecer no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está arriba en el cielo, para que preguntes: “¿Quién subirá al cielo por nosotros, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo?” Tampoco está más allá del océano, para que preguntes: “¿Quién cruzará por nosotros hasta el otro lado del océano, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo?” ¡No! La palabra está muy cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón, para que la obedezcas>>

No hay comentarios:

Publicar un comentario